Escrito por Viviana Bernal – Consultora Corpoeducación *
En el contexto educativo actual, las instituciones enfrentan un desafío que va más allá de la transmisión de conocimientos o la incorporación de competencias y habilidades en los estudiantes. Factores como la inmediatez tecnológica, los cambios en las dinámicas familiares, la incertidumbre económica y la diversidad cultural exigen que la escuela reconozca y fortalezca las habilidades socioemocionales como parte esencial del aprendizaje. Esto no debe entenderse como una tarea complementaria, sino como un enfoque transversal que atraviesa las prácticas pedagógicas y evaluativas, donde el maestro cumple un rol fundamental al articular el ser y el saber desde los contextos institucionales.
Integrar la socioemocionalidad en la enseñanza implica reconocer que las emociones influyen directamente en los procesos cognitivos—especialmente en la motivación, la memoria, la atención y la creatividad—y que estos se potencian cuando los estudiantes se sienten escuchados, valorados y seguros. Estrategias como el aprendizaje cooperativo, la autorregulación emocional, la mediación de conflictos y el diseño de actividades que promuevan la empatía y el pensamiento crítico convierten cada escenario pedagógico en un espacio de desarrollo integral. De este modo, el docente deja de ser únicamente un transmisor de conocimientos para convertirse en un facilitador de experiencias que fortalecen la autoestima, el respeto por la diversidad y la resiliencia.
En el mismo sentido, la evaluación debe trascender la lógica exclusiva de la calificación numérica para convertirse en un proceso formativo, en el que la perspectiva socioemocional sea clave para valorar no solo el conocimiento adquirido, sino también la participación, el trabajo en equipo, la gestión de la frustración y el progreso personal de cada estudiante. Rúbricas flexibles, portafolios reflexivos y evaluaciones dialogadas son herramientas que permiten humanizar y acompañar estos procesos. Así, las prácticas evaluativas se transforman en oportunidades para orientar, motivar y fortalecer el crecimiento integral.
Este enfoque plantea a los docentes el reto de transformar imaginarios, asumir una disposición al cambio y participar en procesos de formación continua. Solo así será posible trascender las actividades aisladas de “educación emocional” e integrar estas competencias en el currículo, los proyectos institucionales y las relaciones cotidianas. Para lograrlo, es imprescindible crear espacios para la escucha activa, fortalecer la comunicación asertiva entre colegas y estudiantes y promover el autocuidado del cuerpo docente. En definitiva, se trata de cuidar la emocionalidad de todos los miembros de la comunidad educativa como base para una enseñanza verdaderamente transformadora.
* CORPOEDUCACIÓN no es responsable por las opiniones ofrecidas en este espacio