Acciones de educación para la paz en el municipio de Tibú: una contribución desde la escuela.
Por: Paola Ordoñez Yamhure
Magister en Comunicación y medios. Psicóloga.
EN EL MARCO DEL CONVENIO FIRMADO ENTRE CORPOEDUCACIÓN Y ECOPETROL, CUYO OBJETIVO ES LA CONSTRUCCIÓN E IMPLEMENTACIÓN DE UNA GUÍA PEDAGÓGICA EN EL MUNICIPIO DE TIBÚ, SE TRABAJÓ DESDE COMIENZOS DE ESTE AÑO EN LA ELABORACIÓN DE UNA PROPUESTA QUE RECOGIERA LAS PREOCUPACIONES DE LOS DOCENTES, PERO TAMBIÉN SUS CONOCIMIENTOS Y ESTRATEGIAS EN RELACIÓN CON LA EDUCACIÓN PARA LA PAZ. ESTA PROPUESTA SE REALIZÓ CON EL APOYO DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN DEPARTAMENTAL Y LA SECRETARÍA DE DESARROLLO SOCIAL DEL MUNICIPIO DE TIBÚ. ESTE ARTÍCULO ES RESULTADO DE ESTE PROCESO.
El centro de la reflexión realizada por los participantes fue la pregunta sobre cómo contribuir desde el aula de clase y la institución educativa a enfrentar y resolver los problemas que hacen presencia en el día a día de la vida escolar.
Algunos de los problemas identificados desde la mirada de representantes de la mayoría de los sectores que conforman la comunidad educativa fueron: la migración, la resolución de conflictos, ausencia de proyectos de vida, presencia de actores armados y de dinámicas económicas ilegales, así como asuntos relacionados con las nuevas realidades sociales que surgen a raíz de los desarrollos en las tecnologías de la información y comunicación (TIC), tales como el sexting y los retos en línea.
De lo señalado por los actores involucrados vale la pena resaltar su preocupación por la construcción de escenarios educativos que, en medio de una zona afectada por dinámicas generadoras de violencias provenientes de distintas fuentes, busquen la consolidación de prácticas concretas dentro de la escuela que permitan la vivencia y la comprensión de los principios de la convivencia escolar encarnados en los hoy llamados “Derechos básicos de aprendizaje”, en particular en los relacionados con las competencias ciudadanas.
El énfasis en la generación de vivencias se plantea desde la perspectiva del aprendizaje experiencial, que busca la consolidación de habilidades a partir de la experiencia práctica de situaciones que faciliten el “aprender haciendo”, principio básico para el desarrollo de competencias ciudadanas.
En un contexto como Tibú, donde la violencia marca las formas de relacionarse y naturaliza la eliminación del otro, cobra total vigencia la necesidad de formar en ciudadanía con un enfoque basado en el desarrollo de competencias ciudadanas y habilidades socioemocionales, esto es: reconocer la diferencia, experimentar la empatía, lograr que los estudiantes se descentren de sus propios pensamientos para entender puntos de vista distintos, entrenar la escucha activa, el pensamiento crítico, el reconocimiento y manejo de emociones, entre otras.
Es importante recordar aquí que las competencias ciudadanas, son entendidas como “un conjunto de conocimientos y de habilidades de orden cognitivo, emocional y comunicativo, que integradas entre sí y relacionadas con conocimientos y actitudes, hacen posible que el ciudadano actúe de manera constructiva en la sociedad democrática”. (Chaux, Lleras y Velásquez; 2004. MEN, 2004).
Al estar inscritas dentro de esta definición, se constituyen en capacidades que permiten justamente comprensiones a partir de la articulación entre vivencias de tipo emocional y la puesta en juego de procesos cognitivos.
De esta manera es posible afirmar que se trata de competencias que reconocen una concepción integral del ser humano: un sujeto complejo y a la vez situado, que en su actuar en el mundo aúna emociones y pensamientos en el establecimiento de los principios que guían su acción.
En su acción en el mundo, entonces los seres humanos ponemos en práctica estas comprensiones y saberes que vamos tejiendo durante la vida y, cada vez que la vida nos pone el reto de salir de nuestra propia subjetividad para acercarnos a la de los otros, volvemos a traer del repertorio aquello que hemos aprendido sobre cómo relacionarnos.
Las competencias ciudadanas muestran entonces la necesidad de pensarnos como seres interrelacionales, inmersos en dinámicas de interacción (Mead, 1973), en las que siempre estamos abocados a la diferencia y a la urgencia de generar pautas de convivencia pacífica. Todo lo anterior nos lleva a poner en el centro de una efectiva educación para la paz el asunto de la convivencia y del respeto –e incluso de la admiración– por la diferencia (Arteta, 2002).
A partir de estos planteamientos, es posible entender que la Cátedra para la Paz va mucho más allá de la definición de contenidos curriculares y que sus objetivos requieren de su integración a todas las áreas de los procesos educativos. No se trata de dictar una clase sobre la paz, se trata de generar las condiciones para que todos los actores del proceso educativo experimenten los retos reales que trae el respeto por la diferencia, los límites sociales y culturales que tenemos para generar empatía y solidaridad, así como las dificultades que se nos presentan al momento de identificar y manejar emociones propias y ajenas.
Igualmente se trata de dinamizar el pensamiento crítico y las competencias comunicativas ante esos retos, todo esto en los escenarios cotidianos del proceso educativo, lo que incluye, por supuesto, los contextos sociopolíticos en los que transcurre su día a día.
Pensar en estrategias pedagógicas para la implementación de acciones de educación para la paz implica poner en juego dinámicas de interlocución entre todos los integrantes de la comunidad educativa, a partir de las cuales se potencien no solo los conocimientos acumulados en relación con contenidos específicos, sino también sus conocimientos del contexto, sus vivencias y emociones, así como sus capacidades lúdicas y creativas.
De esta manera es posible establecer lógicas participativas y de reconocimiento que favorecen la vivencia de una ciudadanía capaz de reconocer y respetar la diferencia, y de integrarla a la consolidación de escenarios pluralistas en los que los conflictos se tramiten de manera edificante.
Dentro del aula del clase, estas estrategias tienen la posibilidad de fortalecer vínculos colectivos en la construcción de proyectos de vida que le hagan frente a los circuitos de ilegalidad, de crear y fortalecer lazos intersubjetivos y con el territorio, de generar procesos de transformación individual y colectiva, de compartir vivencias, sensaciones y experiencias, comprendiendo la riqueza de la diversidad.
La invitación que hacemos con esta guía es a transformar la mirada que tenemos del otro, aproximándonos a su diferencia desde una posición empática, sin perder la capacidad crítica, y sobre todo, comprendiendo que solo podremos superar las dinámicas de exclusión y de violencia en la medida en que sintamos y comprendamos que nuestra naturaleza interdependiente, más que una falencia, es la base para la construcción de una convivencia capaz de llevarnos, de manera individual y colectiva, a la realización de nuestros proyectos de vida en escenarios en los que el respeto por los derechos humanos y la responsabilidad por nuestros entornos son elementos indisolubles.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Arteta, A. (2002). La virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiración moral. Valencia: Pre-Textos.
Chaux, E., Lleras, J. y Velásquez, A. M. (2004) (Comps). Competencias ciudadanas : de los estándares al aula: una propuesta de integración a las áreas académicas. Bogotá:Ministerio de Educación, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Psicología y Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales, Ediciones Uniandes.
Mead, G. H. (1973). Espíritu, persona y sociedad. Desde el punto de vista del conductismo social. Barcelona: Paidós.
Romero, M. (2010). El aprendizaje experiencial ylas nuevas demandas formativas. En Revista de Antropología Experimental No. 10, 2010. Especial educación 8: 89-102. Universidad de Jaen, España. Disponible en: http://revista.ujaen.es/huesped/rae/articulos2010/edu1008pdf.pdf
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