Escrito por Carolina López – Armónico Agencia Consultora. *
En medio de las exigencias del aula, las planificaciones, evaluaciones y múltiples responsabilidades, muchas veces los docentes desconectan de algo fundamental: su propio cuerpo. Vivimos en automático, más enfocados en el deber que en el ser, y esa desconexión va afectando el bienestar, así que, recuperar la relación con el cuerpo es un acto de cuidado que permite vivir con mayor presencia, claridad y equilibrio emocional.
El cuerpo habla todo el tiempo: a través del cansancio, el hambre, la tensión, el dolor o incluso el entusiasmo. Aprender a escucharlo y contactar con lo que sentimos y necesitamos nos permite atender esas señales antes de que se conviertan en malestar o reacciones impulsivas. Cuando estamos en contacto con el cuerpo, nuestras respuestas se vuelven más conscientes y menos automáticas, entonces, en vez de reaccionar desde el estrés, podemos actuar desde la presencia.
Entrenar esa conexión corporal –a través de la respiración, el movimiento consciente, el escaneo corporal o simplemente haciendo pausas breves para sentir– ayuda a autorregularnos, y eso impacta directamente en nuestras relaciones con estudiantes, colegas y familias. Un docente que está en sintonía consigo mismo tiene mayor capacidad para acompañar emocionalmente a otros, tomar decisiones asertivas y mantener límites saludables.
Por eso es importante incorporar herramientas o estrategias que nos ayuden a fortalecer este vínculo con el cuerpo. La práctica regular de mindfulness, ejercicios de relajación, pausas activas o simplemente caminar en silencio pueden ser aliados valiosos. No se trata de hacer grandes cambios, sino de crear pequeños rituales cotidianos que nos devuelvan al presente y nos reconecten con nosotros mismos.
Cuidar la relación con nuestro cuerpo es volver a casa. Es recordarnos que no somos solo mente ni solo deber, que también habitamos un cuerpo que siente, que se cansa, que necesita y que también celebra. Al reconectarnos con él, recuperamos una parte de nosotros que muchas veces dejamos al margen. Y desde ahí, desde esa presencia amorosa, podemos enseñar con más humanidad, sostener con más calma y vivir con más sentido. Porque cuando un docente se cuida, también le enseña a sus estudiantes, con su ejemplo, que su bienestar también importa.
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